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Vuelta al mundo. Capítulo 12

3 de octubre. Canal de Panamá

Hoy nos hemos levantado a las 5 y media. Parece mucho madrugar, pero con el descontrol de horas que llevamos, casi que ya no te enteras ni cuando te acuestas ni cuando te levantas.Con los cambios de hora, ayer nos acostamos a las 10 y media, así que ya habíamos dormido las horas suficientes.

El diario di bordo dice que estaremos en la primera esclusa a las 6 y media y había puesto el despertador a las 6, pero por arte de magia, abrí los ojos temprano, con la sensación de que estábamos parados.

Subimos al ponte 9, con la esperanza de un café que nos abriera los ojos, pero era tan pronto, que ni siquiera eso encontramos.

Mucha gente deambulaba ya por la cubierta. Era de día. Pero ni rastro de café. Entre los sonámbulos, encontramos a Juan, un medio compañero de tertulias, que sin llegar a ser de los tres mosqueteros, Pepe, Tomás y Antonio, se sentaba de vez en cuando en nuestra mesa.

Esperamos juntos a que empezará el café y una vez hicimos acopio, nos invitó a su habitación con balcón, a ver la maniobra. La terraza resultó el mejor de los sitios para ver lo que estaba a punto de ocurrir. Era la segunda habitación empezando por la proa y estaba orientada justo donde ocurría todo el cotarro.

Frente a nosotros, otro colosal barco, un petrolero, ocupaba la esclusa de la derecha y muy lentamente, anticipaba todos nuestros movimientos, pues parece ser que había entrado unos minutos antes.

Desde este privilegiado lugar, observamos plegarse una carretera, vimos abrirse las compuertas de la primera esclusa, la de Gatún y a las locomotoras remolcando el barco hasta dejarlo ajustado al centímetro a las paredes. La compuerta trasera se cierra tras nosotros y un torrente de agua la inunda levantando el barco nueve metros bajo nuestros atónitos ojos. Impresionante. Se abren las compuertas delanteras y el barco se desliza hasta la segunda esclusa. Dos de las tres que tienen que salvar los 27 metros de desnivel con el lago, por donde el barco serpentea después, a través de pequeños islotes y espesa vegetación, en lo que convierte al canal en la octava maravilla del mundo.

Disfrutamos de esta bella travesía, en la que son visibles las dos orillas y me acuerdo del Nilo. En esa dulce navegación en la que se observa tanta belleza, vuelvo a pensar en la maravilla que resultó ese crucero fluvial por el Nilo.

Tras 81 kilómetros de tránsito y 12 horas de navegación, dejamos atrás la última esclusa, al final de la cual se agolpan cientos de personas que nos saludan. Es la parte visitable del Canal, donde la gente puede contemplar el final de la último tramo por donde discurrimos hasta nuestra salida al Pacífico. Son las cinco de la tarde.

 

En esto que nos encontrábamos fumando en unos de los banquitos de la cubierta tres, meciéndonos al ritmo vacilón que marca el devenir del barco, que vimos un barquito pequeño y destartalado venir en dirección a nuestro crucero.

Al acercarse, manos levantadas se agitan en posición de saludo y en seguida caemos en la cuenta de que seguramente sean los amigos perdidos en día anterior.

El barco nos aborda por la puerta por la que sube el piloto y comienzan a subir los pasajeros que quedaron el día anterior en Puerto Limón.

La buena labor de la compañía, los devuelve a bordo en Panamá, en un gran esfuerzo diplomático y después de tantas peripecias, el barco recupera a toda prisa, nuestro rumbo a México.

 

A bordo, se celebra el paso por el Canal, con la Fiesta de Blanco.

 

Victor: Biografía
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