18 de Septiembre
El primer día, el barco no se mueve…
Ayer estaba muy relajada cuando comprobé que no parecía que estuviésemos navegando. Ni estando en los extremos del barco se sentía el movimiento. Un pequeño “ronroneo” te acompaña y te acuna, pero no te molesta. Es suave y hasta agradable. Otro temor más disipado. O eso creía yo.
Atravesamos Gibraltar alrededor de la 1 de la mañana. Más o menos a la hora que nos habíamos ido a dormir. Caí como un bebé y la grande y cómoda cama hizo el resto.
Hacia las 4 de la mañana, empezó el cachondeo. El movimiento me despertó. Se fue haciendo más y más brusco y hacía crujir la habitación.
Por la mañana, nos despertamos para ir a desayunar. Nuestro camarote está en el piso 4 y muy centrado (cosa que agradezco tremendamente ahora mismo a Gonzalo que nos ayudó en la elección). Nos dirigimos a la planta 9, al buffet del desayuno.
En el piso 9, noto como la gravedad atrae a mis pies para agarrarlos al suelo. Un movimiento vertical que hace mella en mi cabeza. Horror. Estoy mareada. Desayuno algo a duras penas y me dirijo al camarote con una sensación espantosa en el estómago. Me he de tumbar en la cama.
Antonio va a hacer la entrega de los pasaportes y los visados, como indica el diario di bordo y yo intento dormitar. A la vuelta, me trae dos pastillas para el mareo, que le han dado en lo que yo llamo “atención al cliente”, que me salvan la vida.
Al cabo de un rato, empiezo a sentirme mejor. Espero que esto sea puntual, porque si no, tendré problemas el resto del viaje.
Se llama igual que el que estoy escribiendo.
Cada noche, aparece encima de la cama. Es una especie de periódico con mucha información. La temperatura del día siguiente, los lugares por donde pasamos, a los que nos dirigimos, los horarios de los restaurantes, los entretenimientos programados, las ofertas del día y muy importante, el cambio horario correspondiente.
Imprescindible leerlo para ver en qué gastar tu tiempo.
También para ver en el apartado Buona Serata, cual es la “vestimenta sugerida” para este tramo. Me conforta encontrar la palabra “Informal”, porque de vez en cuando aparece “Gala/Elegante”, lo que significa que hay que vestir de tiros largos.
Casi todo el mundo respeta la norma y se colocan ellos sus chaquetas y corbatas y ellas los vestidos estilosos.
Antonio ha traído una chaqueta y ninguna corbata y yo algún vestido para la ocasión.
En realidad, a mí me parece un rollo. La cena se sirve en el mismo restaurante, ya de por sí pomposo en el que cenamos todos los días. Hay que llegar a la hora en punto y esperar a terminar para levantarse. Si añades a esto el cenar con unos desconocidos, que han resultado ser bastante cargantes, el tema cena es por sí mismo, el peñazo del día. Si le añadimos vestirnos de gala, ni te cuento.
Lo único destacable de nuestra mesa, es el amigo Pepe, con el que hemos congeniado y con el que compartimos también las tertulias nocturnas y muchas de las excursiones. Las otras cuatro personas que nos han caído en suerte, no son muy afines a nosotros. La verdad, hubiésemos preferido como el desayuno y la comida, donde puedes elegir mesa y mantel, o lo que más me gusta a mí, el buffet a tu aire.
Solo pensar que nos quedan tres meses de cenar todas las noches así, con hora y conversación banal con gente que no te cuadra mucho, me agobia un poco, pero como dice Antonio, es una hora al día, hay que intentar llevarlo bien.
También puede ser que terminemos diciéndole al metre que nos busque una mesa reducida en la que cenar.
Encuentra las cosas!
Esto se ha convertido en el deporte nacional. Debemos tener siempre una cara de perdidos bien graciosa. Se nos puede ver deambulando por el barco, sin rumbo, a todas horas.
Nada que no pueda tomarse con buen humor. A veces comentamos que mientras vamos y venimos, mueven las cosas y las ponen en otro sitio.
Al tercer día, comenzamos a dominar donde comemos y como volver a casa, pero aun cuando alguien te dice: “quedamos en el salón Antares para salir a la excursión” nos echamos a temblar pensando donde leches andará eso.